May 12, 2012

Responsabilidad energética y sociedad


Responsabilidad energética y sociedad:
un ensayo sobre espacio, tiempo y energía
como recursos sociales.
Mauricio Salas V.


La arquitectura como medio activo a través del cual se desenvuelve la sociedad, está intersecada por diferentes elementos que trascienden la materialidad per se, y se proyectan hacia componentes de orden social, económico, político, etc. Es por esto que su responsabilidad así como compromiso para con su medio ambiente es mucho más complejo que decidir qué tipo de materiales o sistema energético se usará en un edificio.

El oficio de proyectar y generar espacios para la sociedad se encuentra inscrito en un sistema de relaciones muy amplio que no puede ser obviado. A través de este ejercicio ensayístico, pretendo dilucidar un poco sobre la relación y el impacto del sistema global de relaciones sobre el subsistema que representa la arquitectura.

En biología, la auto-organización[1] de un sistema global vivo nace a partir de las interacciones preestablecidas entre componentes de escalas menores. Al final, la globalidad se deriva espontáneamente desde condicionantes locales. Por el contrario la raza humana ha formulado un modelo de desarrollo basado en parcialidades políticas que controlan los sistemas de comunicación y energía de las masas. Este sistema vivo es cada vez más tendiente hacia un control de las partes desde la totalidad. Es decir, los seres humanos funcionan al revés de la biología, en contraposición a ésta.

La sociedad occidental (no geográfica sino ideológica) actual está siendo mimada por ciertas comodidades cortoplacistas y fáciles de alcanzar.[2] Un mundo en donde es más barato comprar arroz de miles de kilómetros, que de unas cuantas decenas de ellos (lo cuál es un ejemplo tomado de la realidad fáctica), es claramente un mundo enfermo, basado en sub-sistemas de igualdades y lealtades inexistentes. Y esto sólo visto desde un punto de vista simplemente lógico. Si se tomaran en cuenta factores sociales de logística, complejidad, explotación, y factores económicos de gastos en el manejo de maquinarias, medios de transporte, etc. parece aún más ilógico. Sin embargo todo esto está justificado mediante una lógica económica basada en la acumulación de riqueza, y nada más.

El planeta que habitamos es un sistema muy amplio que requiere de consideraciones holistas[3]. El esquema de funcionamiento arriba descrito no puede ser menos holista, puesto que no toma en cuenta al ser humano como un ser orgánico, ni al contexto que lo sostiene y nutre. Esta naturaleza ha sido dejada de lado a través del tiempo, a través de consideraciones sobre-racionalizadas del ser humano, y su ambiente rodeado de máquinas y derivados de éstas.

La verdad es que el ser humano no deja de funcionar a base de agua y componentes orgánicos. No deja de ser extremadamente vulnerable a la atmósfera, la luna, el sol y la geología terrestre.

Existe un concepto relativo a la entropía[4] acuñado por el físico austríaco Erwin Schrödinger, la neguentropía o entropía negativa. Ésta describe la exportación de entropía de un sistema a otro, con el fin de mantener baja la entropía del exportador.

El sistema en el que se desenvuelve (torpemente) la actual sociedad humana, está compuesto por sub-sistemas múltiples que en vez de trabajar todos en conjunto, compiten por los recursos, al mismo tiempo que compiten por los no-recursos[5]. Esto es, compiten por lo que le conviene a uno de los subsistemas mientras que a la vez compiten por no tener nada que ver con lo que no les conviene.

Esta exportación entrópica genera un caos, o entropía excesiva, en los demás sectores ajenos al exportador (en donde el exportador es puramente económico y “los demás” son sectores sociales, culturales, ambientales, etc.). “La economía actual se caracteriza por un acercamiento fragmentario y reduccionista que tipifica la mayoría de las ciencias sociales(…) El error esencial de las ciencias sociales es dividir este tejido en fragmentos, que se asume son independientes y que se pueden manejar en departamentos académicos separados.” (Capra, Fritjof. “El tao de la física”)

Se habla de exportación debido a la repercusión que genera el exceso de información sobre el sistema global. El planeta como sistema vivo, no es capaz de procesar armónicamente tanta entropía de uno de los sub-sistemas, y se da la exportación, la cual tiene un impacto directo en la totalidad. Por ende el exportador original no escapa a ésta.

El problema con la exportación radica en la responsabilidad, o falta de ésta. Al no haberla, el manejo de información es más complejo ya que recae en alguno de los sub-sistemas que no la generaron. Todo lo que es producido y consumido debería contar con dicha responsabilidad, es decir, con una consciencia holística de lo que se toma de la naturaleza, y estrategias viables de desecho y reutilización por parte de quien lo produce y lo consume. Esto evitaría por lo menos hasta cierto punto la exportación de entropía entre sistemas.

Aunque recientemente se pueden observar tendencias que se intentan acercar a esto, es aún raramente aplicable. La responsabilidad del productor se ve debilitada por el modelo parcial de sostenibilidad exclusivamente económica que lo rige. Al  requerir de una logística compleja, además de sistemas de educación, esto traspasa los alcances de las aspiraciones de los que manufacturan las comodidades humanas.

Los beneficios de las revoluciones industriales[6], si bien han traído un mejoramiento en la calidad de vida, también han hecho que la propagación de este mejoramiento ocurra desproporcionadamente con respecto al porcentaje de la sociedad que se ha visto beneficiada, y cómo se ha beneficiado de esto. Pocas restricciones al subsistema económico, así como la obtención de energía centralizada[7] han logrado una desigualdad hacia otros subsistemas, es decir, la entropía ha sido exportada.

La educación en los países occidentalizados[8] se ha orientado por muchos años hacia la generación de ganancias, formación de grandes empresarios, gerentes, ingenieros, etc. Esto ha venido ocurriendo de forma muy racional, carente de un sentido holístico, y parcializado por el sistema económico-político predominante.

Los estudios y especializaciones se hacen de forma global. Se estudian casos en un continente para aplicarlos en otro, y de esta forma se ha incurrido en restarle valor a pequeñas determinantes locales que contrarresten la puesta en práctica de modelos globales generalizantes. Como se mencionó anteriormente, y como seres biológicos que somos, la acción debería llevarse a cabo desde lo local.

Todo el sistema se basa en hacer cosas nuevas con la gente nueva y fabricada. Mientras esto es visto como la aspiración máxima, la misma sociedad desecha recursos materiales y humanos. Es mucho más fácil ignorarlos que lidiar con ellos. De nuevo: exportación de entropía.

Aquí hay un tema que es fundamental. El ser humano se diferencia de los demás seres vivos del planeta por la inteligencia, o mejor dicho, por el pensamiento racional. La sabiduría no está directamente en hacer las cosas de cierta forma, ni en deducir que 1+1=2. No podemos valernos de procesos lineales tan sistemáticos. Más bien debemos observar de manera consciente cada acto como un evento participativo en el macro sistema de relaciones en el cual vivimos inmersos.

Por esto, no se trata sólo de ver a la basura con fines productivos, sino de adquirir la responsabilidad por las consecuencias y saber aprovechar las posibilidades generadas por el sistema. Esto puede parecer redundante pero no lo es, debido a que la segunda conlleva implícito un compromiso del cual se ha alejado la raza humana. La primera es sólo: sucede “A”, entonces hago “B”; lineal y cerrado. Mientras que en la segunda observo mi accionar desde un punto de vista global, natural y participativo mientras actúo localmente.

Desde esta perspectiva global y causal[9] es que observo la sostenibilidad de la arquitectura, y su responsabilidad tácita con la sociedad[10] en la que se inserta. Es obvio que la práctica de esta disciplina requiere un consumo y manejo de energía considerable, más aún con la explosión demográfica actual. La arquitectura antes, durante y después de su existencia es un sistema delicado, con un radio de afectación muy sensible y complejo.

En nuestro tiempo, existe una pre-determinación de lo que es, y cómo es la arquitectura. Ésta sucumbe todos los días a las aspiraciones económicas del sub-sistema, las cuales se han instalado en la mente colectiva de la sociedad para formular una verdad parcializada. La arquitectura, por otro lado, se ha dejado prostituir por este sistema, lo cual se ha reflejado en una globalización de la arquitectura, desconociendo las más reales de las verdades locales.

La arquitectura se ha vaciado de su compromiso holístico con la sociedad y, peor aún, se ha instalado cómodamente en los centros educativos.[11] Desde un pensamiento académico ayudado enormemente por la parcialización de las aparentes necesidades político-económicas, es difícil exigir un cuestionamiento masivo del rol de la arquitectura en cuanto propuesta social, económica, ambiental, y cultural, responsable con una sostenibilidad del ser humano dentro del sistema que lo soporta. Simplemente se ha llevado a cabo sin pensar, dejando actualmente al sector de la construcción como uno de los grandes responsables por las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Dichosamente existe por lo menos una minoría en la arquitectura contemporánea que no es un monumento al adormecimiento general. Existen varias propuestas a nivel mundial que estudian los impactos que tiene la materialización de la arquitectura[12], así como la puesta en práctica de algunas soluciones. Se tomará el ejemplo del arquitecto argentino Carlos Levinton y su “Centro Experimental de Producción” (C.E.P.) para realizar una ejemplificación de algunos de los conceptos anteriores, así como un acercamiento al impacto de algunas de las soluciones que plantea.

Levinton se ha dedicado a observar y pensar la arquitectura de la supervivencia,[13]  y ha llegado a establecer premisas importantes a través de ésta. Debido al carácter de urgencia de la arquitectura de emergencia, se ha visto forzado a construir 100% desde lo local, resolviendo situaciones de carácter económico, laboral y social a través del empleo y capacitación de mano de obra. Esta arquitectura trasciende su vistosidad mediática para volverse una parte realmente funcional en el planeta y la comunidad. Se convierte en un esquema mucho más grande de autogestión comunal como un método para promover la justicia ambiental y social.

El caso de Haití después del terremoto de 2010, el cual fue abordado por Levinton, genera varios puntos de importancia a evaluar.[14] Estos factores logran armar toda una estructura local inclusiva que además consigue insertarse armónicamente dentro del sistema global y darle poder a la sociedad. Si se observa la actual dinámica de la construcción en los países desarrollados[15] y se compara con éste caso de Haití, la primera es fácilmente ridiculizable y se le puede atribuir el ser contribuyente, por lo menos en parte, de la fuerte y discriminante política de la división de clases de hoy, así como la irresponsabilidad ambiental y la enfermedad de la ciudades.

La propuesta de Levinton no trata sobre planteamientos anárquicos, sino más bien democráticos, pero en el sentido más puro y participativo de la palabra. Lo que logra mantiene también implicaciones vernáculas.[16] Tampoco se trata ceder el poder exclusivamente a las masas pues hay consideraciones que deben ser filtradas por profesionales. Además hay intereses comunes y propios de un país que requieren de una unificación de conceptos. Sin embargo estos deben ser manejados desde una perspectiva que ahonde en la localía antes que aceptar ciegamente modelos externos, cargados de variables ajenas e impregnados de parámetros forasteros.

Bajo los estándares actuales, las masas carecen de la posibilidad de construir su propio entorno, y por ende, de apropiarse de este, cuidarlo y mantenerlo. Es un problema de identificación. Es lo mismo que pasa con la política de un estado, sobre todo en Latinoamérica, cuando el pueblo demanda que el gobierno le provea de condiciones óptimas para vivir. Al hacerlo, muchas veces se demuestra una existencia ajena, paralela al proyecto de país y un desinterés por contribuir, se auto-exime de la responsabilidad.

Como lo explica Christopher Alexander en su libro “Urbanismo y participación”, “Un equilibrio orgánico puede solamente conseguirse gracias a la acción de una comunidad en la que cada uno da forma a las partes del medio ambiente que mejor conoce.” Aquí reconoce la importancia de la participación comunal, ya que es ésta la que en verdad entiende las pequeñas sutilidades que hacen de un lugar algo característico y funcional para la comunidad. También explica cómo el rol del profesional debe funcionar como orientador de patrones[17], para evitar un collage extremo de infinitos puntos de vista.

La arquitectura, al ser una manifestación humana de grandes implicaciones planetarias, tiene la responsabilidad de acoger todos estos conceptos que van más allá de poner paneles solares o tratamiento de aguas servidas. La arquitectura mueve un gran número de variables que no siempre se relacionan directamente con esta, y que comúnmente son obviadas incluso por profesionales, pero que son capaces de potenciar una verdadera sostenibilidad.

Cuando se plantea actualmente la reducción del negativo impacto ambiental, económico y social, así como de los desastres naturales, surgen preguntas fundamentales como ¿qué son casas saludables? ¿qué son ciudades saludables? y ¿qué son relaciones saludables de intercambio? Todas ciertamente preguntas importantes a la hora de observar la realidad obsoleta y retrógrada predominante.

En la historia las grandes revoluciones económicas se han basado en una convergencia entre sistemas nuevos de energía y de comunicación.[18] Los asuntos propios de un lugar específico son capaces de hacerse sentir a través de la conducta social, y actualmente el descontento y la marginación que hay en el mundo son frutos de políticas ajenas y esa separación conceptual que se mencionó arriba.

En este tiempo cuando los recursos y la información tienden a ser cada vez más democráticos, los procesos y la logística también debe pensarse así. El desarrollo de edificios y ciudades debe basarse en una inclusión que propicie la participación activa de la comunidad. Actualmente se basa en patrones exclusivos, es elitista y por ende discriminatorio.

Examen: ¿Por qué la baja tecnología y las situaciones de escasez y emergencia son para los pobres, mientras la alta tecnología lo es para los ricos?[19]  Siendo esto así, y si la alta tecnología implica desarrollo ¿por qué los sectores económicos más beneficiados son también los menos desarrollados en cuanto a la preservación del medio ambiente y social? ¿El usar materiales “finos” y contar con recursos monetarios realmente me excluye de la emergencia mundial y de la responsabilidad de mi entropía generada? ¿Si cuento con escasos recursos “tengo que” ser sostenible yéndome a lo barato, a lo que las industrias pudientes conocen como basura?

Debido a la búsqueda de la exposición mediática y a la manifestación del ego, los arquitectos han logrado exitosamente dejar de ver las reales implicaciones arquitectónicas en la construcción de la sociedad. La arquitectura se ha vuelto un concurso y un mercado de la imagen, mientras sus atributos más importantes son una anomalía en las evaluaciones que hacen los arquitectos académicos, críticos y jurados.

“En las culturas tradicionales la construcción está guiada por el cuerpo de la misma manera que un pájaro conforma su nido mediante sus propios movimientos. Las arquitecturas indígenas de arcilla y barro que se dan en varias partes del mundo parecen haber nacido de sentidos musculares y hápticos más que del ojo. Incluso podemos identificar la transición de la construcción indígena del mundo háptico al control de la visión como una pérdida de la plasticidad e intimidad…” (Pallasmaa, Juhani. “Los ojos de la piel”). No quiero con esto dar por válida una posición romántica sólo por ser anterior ni añorar subjetivamente el pasado. Pero sí cabe destacar la posición ocular-centrista que ha venido dominando a la arquitectura desde la racionalización de la visión humana del mundo (arrastrada desde el renacimiento, newton y descartes)

La pérdida del norte de la arquitectura se debe al valor excesivo (y derivado de modelos político-económicos establecidos) de la imagen como objetivo central, perdiendo el estudio y la perspectiva de las cualidades espaciales más profundas que afectan al ser humano.[20] “El famoso credo de Le Corbusier, ‘La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz’, define innegablemente una arquitectura del ojo” (Pallasmaa, Juhani. “Los ojos de la piel”). La arquitectura debe tratar esencialmente con el diseño del espacio, pero el espacio como agente de impacto en la experiencia humana tanto individual como colectiva. Si la experiencia humana se registra mediante los cinco sentidos como mínimo, orientarla al ojo es una irresponsabilidad.

La arquitectura deja de ser una construcción aislada para convertirse en evento urbano. Por más privada que sea, tiene una implicación citadina[21] de magnitudes imprescindibles. Por esto debe contemplarse bajo la amplia gama de factores que condicionan y afectan nuestra experiencia dentro de la sociedad y va mucho más allá que verse bien o tener armonía geométrica.

La capacidad de participación que le imprime Carlos Levinton a su arquitectura, así como los conceptos de Alexander de colaboración y patrones, son indicadores del camino a tomar si se quiere plantear una respuesta de sostenibilidad desde la arquitectura. Estos modelos son a la vez social, ambiental y económicamente amigables, van más allá de la reducción de gases de invernadero, o del área de cobertura del edificio, y proporcionan un compromiso sólido hacia varios de los problemas que la visión cartesiana ha dejado sobre la humanidad.

De esta manera, no se puede pretender que la responsabilidad de la arquitectura sea meramente con el cliente y sus razones privadas. La irresponsabilidad del actual ambiente humano construido tiene raíces profundas, más que en hechos desarticulados, en conceptos errados y una confusión acarreada por años de ignorancia sentada en una visión muy parcializada de mundo.











Bibliografía consultada:



Levinton, Carlos. “Rol de la universidad en la crisis. La propuesta del C.E.P y del CSV OPS centro de salud en vivienda” (artículo)

Capra, Fritjof. “The Turning Point” (1982)


Alexander, Christopher. “Urbanismo y Participación” (1978)






Pallasmaa, Juhani. “Los ojos de la piel” (2008)




[1] Organización bajo la cual un sistema biológico es capaz de ordenar su funcionamiento sin depender de factores externos. Las reglas del comportamiento global son gestadas desde factores locales, sin referencia directa a la globalidad del sistema.
[2] El término “fácil” es aquí abordado desde una perspectiva puramente económica, ya que no es fácil en realidad en términos ambientales o sociales, pero económicamente sí.
[3] El término “holista” se entiende aquí, y en el resto del documento, como un concepto de perspectiva global que encierra la realidad de un elemento. Es una consideración que relaciona un elemento con todos los demás que afectan de manera directa o indirecta la realidad del todo.
[4] Entropía es un término derivado de las leyes de la termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía de un sistema. Se entiende también como incertidumbre o incremento acumulativo del desorden, el cuál no puede revertirse.
[5] Los no-recursos son todos aquellos que no son utilizables, y muchas veces residuales, a la hora de lucrar.
[6] Propuesta de Jeremy Rifkin que toma en cuenta la bien conocida 1ra Revolución Industrial, comprendida entre los siglos 18 y 19, así como la 2da que tuvo lugar desde finales del siglo 19 hasta principios del 20 con la consolidación del capitalismo en occidente y la propagación tecnológica de la 1ra Guerra Mundial.
[7] Según Jeremy Rifkin, la energía derivada de combustibles fósiles, hasta ahora la más utilizada en el mundo, es centralizada debido a que sólo está disponible en algunos lugares, lo cual ha creado una élite poseedora de dicho poder.
[8] Me refiero a países que aunque no estén geográficamente en occidente, tienen una visión de desarrollo económico representativo de éste, como lo es el caso de China, Japón, y más recientemente India, así como algunos países árabes.
[9] Causal en el sentido de que cada acción tiene su efecto, más allá de que se quiera considerar o no.
[10] Sociedad entendida como la gama de aspectos que engloban el comportamiento humano, como la economía, política, antropología, cultura, historia, etc.
[11] Ejemplo claro de esto, actualmente se enseña la construcción a partir de sistemas universales establecidos (léase “block 12”, equis hiladas hasta viga corona. Cerchas de tubo estructural y techo de “zinc”) que responden a lógicas lineales de pensamiento.
[12] Léase materialización como la totalidad de la existencia de la arquitectura desde su concepción, su construcción, su uso, hasta su caducidad. Es decir, su manifestación total en el mundo.
[13] Por su naturaleza, este concepto de arquitectura abandona su dependencia de cualquier manufactura altamente industrializada y vuelca completamente su atención hacia el entorno, desde el comportamiento de éste, pasando por los recursos materiales y humanos disponibles de forma presta, hasta los requerimientos más específicos de la materialidad formal en cuanto respuesta climática y cultural.
[14] (a): Replantea los materiales de construcción: debido a la urgencia, debe observar hacia adentro, hacia su propia realidad directa y emplearse verdaderamente como arquitecto, ser creativo, y explorar la localidad. (b): Replantea la forma: debido a las características de los materiales propios del sitio, surgen formas que responden directamente a factores locales. Se plantean viviendas en estructuras geodésicas por la relativa baja resistencia de los materiales encontrados, debido a que mediante esta forma se logran estructuras antisísmicas y resistentes a huracanes por su flexibilidad. (c): Capacita y emplea mano de obra local para construir las viviendas: al no ser industrializado, el sistema constructivo no requiere mano de obra altamente especializada, y la técnica es fácil y rápida de aprender. (d): Reutiliza y consume poco: las viviendas son fabricadas a partir de desechos del mismo desastre, tales como escombros, varillas, estacas, tablones de madera, etc. También utiliza neumáticos, tierra y fibras naturales, todos ampliamente disponibles.
[15] Construcciones proliferantes que no son arquitectura y otras que lo son, pero con un carácter sumamente globalizado y desentendido de la realidad local, que niega la realidad inmediata social, cultural, incluso económica, en función de aspiraciones mediáticas, formales, de imagen y monetarias.
[16] Lo vernáculo responde a la idea de arquitectura sin arquitectos, lo cual hace que nazca desde la realidad local, por y para esta.
[17] Alexander explica los patrones como esas consistencias que son compartidas por un grupo, comunidad o cultura. Desde la orientación a partir de estos patrones o parámetros en común, la gente local puede tener un aporte significativo sobre su entorno, esculpiendo esos pequeños detalles que armonizan su estilo de vida, y los hace enraizarse al sitio y su actividad.
[18] Ej.: la primera revolución industrial se facilita por el crecimiento de la tecnología de la imprenta y la distribución de libros y educación, junto con los nuevos avances en la energía del carbón y el vapor. En el siglo 20, la aparición del teléfono, la radio y la televisión, sirvieron para consolidar la economía del petróleo, el desarrollo de suburbios, y fortalecer el capitalismo por medio de la comunicación y el consumo masivo.
[19] Baja y alta tecnología son traducciones literales de “low tech” y “high tech” que implican: la primera, tecnologías de bajo costo y procesos simples de extracción, fabricación y manipulación, comúnmente artesanales. La segunda, procesos de extracción complejos y costosos, grandes inversiones de producción, manipulación y distribución especializada con recurrente explotación de mano de obra y contaminación química del ambiente.
[20] Juhani Pallasmaa en su libro aquí citado, dice: “la vista es el sentido del observador solitario, mientras que el oído crea una sensación de contacto y solidaridad”. También hace referencia al tacto y los olores como determinantes de una vivencia espacial completa. Como también recalca Jaques Derrida en sus estudios sobre el valor del espacio, las salas de cine son espacios en donde a pesar de encontrarnos juntos entre la gente, somos solitarios absorbidos por las imágenes que se proyectan puras, sin otras distracciones,  y que toman posesión de nuestros cerebros.
[21] Citadina como evento más que manifestación física construida. Esta implica costumbres, interpretaciones, apropiamientos o carencia de estos, etc.

January 20, 2012

Arquitectura e identidad costarricense


Arquitectura e identidad costarricense
por Mauricio Salas


Hay una condición clara de antagonismo entre dos movimientos que han sido objeto de estudio y análisis para la elaboración de este ensayo. Uno de ellos es el caso de la conformación de Manhattan como ciudad. El otro es la conformación del estado y la identidad costarricense, incluyendo sus connotaciones políticas, sociales e históricas, así como su tendencia unilateral.


Se pretende con esto indagar acerca de la constitución de ambos escenarios, con el fin de develar, mediante la exposición de sus evidentes diferencias, algunas ideas acerca del papel de la arquitectura en la conformación de una sociedad y viceversa. Además se pretende ahondar en el papel que ha tenido la arquitectura de Costa Rica, enfrentada a una identidad incierta.


Se habla de antagonismo entre los dos acontecimientos debido a la naturaleza desigual de la gestación ocurrida entre ambos. Estos surgen bajo ciertas condiciones contextuales que devienen caracteres de desarrollo muy distintos. La superposición de realidades políticas, sociales y culturales se manifiesta de acuerdo al trasfondo de  colonización de cada lugar. ("colonización" entendida como el proceso mediante el cual se interviene, desarrolla y establece la realidad de un lugar.)


Uno de ellos nace como punto de choque de diversas culturas profundamente establecidas y delimitadas previamente. Este es el caso de Manhattan, en donde un factor determinante tiene que ver con la condición en que vienen previamente dadas las diferentes tendencias tradicionales, incluso consolidaciones muy fuertes de naciones y grupos étnicos. Esta colisión cultural posee raíces profundas en la historia del viejo continente, y si bien este punto de encuentro sucede bajo el establecimiento de un solo estado gobernante, a nivel étnico y social se empieza a gestar bajo promesas de inclusión, oportunidades que ofrece el nuevo continente con respecto a la diversidad cultural que se empieza a establecer en la zona.


Por otro lado está el caso de Costa Rica, en donde el nacimiento de su identidad se ve truncado por una fuerza que parcializa, y en cierto modo totaliza. Ésta logra inhibir esa colisión que sí tuvo lugar en Manhattan. Probablemente la débil cohesión social existente hasta antes de la independencia en 1821, y durante los primeros años de la república, e incluso factores geográficos, logran dar paso a un aislamiento de la población que contuvo, hasta cierto punto, esa conformación social más definida.


Si bien es obvio que en ninguno de los dos casos se llega a tales extremos, se puede pensar que hasta cierto punto la construcción del estado costarricense tiene matices de un comunismo autoritario y que el desarrollo de Manhattan es tendiente a una anarquía que fomenta la individualidad como potenciadora de la vida social.


La manera en que se instituye la nación costarricense intenta formar una “homogenización” de lo que es ser costarricense. Tiende a reflejarse en un espejo distorsionado para lograr su cometido. Esta distorsión está esculpida por un sistema socio-político-económico impuesto y deseado por una clase social minoritaria pero muy influyente. El reflejo no existe más que en la imaginación de un pequeño grupo, sin embargo se convierte en un modelo a seguir aparentemente colectivo.


De esta manera se construye un absurdo en el cual, para poder pertenecer y ser incluido en un todo aparentemente funcional, se han de adoptar ideas que no existen en ese todo. Aquí surge una especie de comunismo implícito en el capitalismo, debido a las aspiraciones tácitas comunes que empiezan a ser adoptadas y defendidas por autómatas que siguen un "único camino" de verdad absoluta.


Alexander Jiménez en su libro “El imposible país de los filósofos” propone identificar una característica sobresaliente dentro del ámbito social de Costa Rica, a la cual llama “nacionalismo étnico metafísico”. Con este concepto destaca la tipificación común que se hace del costarricense a nivel étnico-cultural-social, refiriéndose al individuo blanco, intelectual y europeizado. Hay “…tres factores asumidos por los nacionalistas metafísicos. Ellos son la homogeneidad racial, el aislamiento colonial, y la reducción del país a su “Meseta Central”. (Jiménez, Alexander. “El imposible país de los filósofos”).


La forma más fácil de generar unidad y cohesión, es “normalizando”, categorizando muchas variables bajo un único modelo. La tarea de conformación del estado costarricense se ve enfrentada a las condiciones de una época en la cuál el desarrollo puramente “valle-centralista” es contundente, mientras que la realidad del país como totalidad cubre una situación socio-cultural mucho más compleja.


Un intento por unificar tal diversidad a la vez que ésta se realza, podría llegar a ser una tarea vastamente complicada, así como altamente improbable. Amalgamar conductas sociales diversas, todas ellas determinadas por décadas de vidas congruentes pero aisladas, pudiera derivar en un proceso discordante si de implantar un modelo de país (entiéndase comercio, economía, sistema legal, político, etc) se trata.


Mientras esto sucede en Costa Rica, en Manhattan se dan fenómenos interesantes en cuanto a la naturaleza de las diferentes posiciones encontradas. Aquí hay una mayor orientación al desarrollo económico, antes que político-estatal. O mejor dicho, su sistema político propicia dichas condiciones socioeconómicas. El fenómeno de Coney Island como “campo experimental” de toda una meta cultura incipiente, pone en juego los balances .existenteseza esantes,talitaria antes que poldiferentes posiciones ideolarquitectura en la conformaciparcializada y totalitariaentre diferentes posiciones. Estados Unidos se proyecta como lugar de posibilidades, de oportunidades para los miles de inmigrantes que arriban constantemente. Especialmente posterior a la quema y degradación de Dreamland, Luna Park y Steeplechase en Coney Island, y con el surgimiento de proyectos como el Waldorf-Astoria, se enfatiza esta apertura hacia el habitante común, y más importante, al inmigrante, quien sin tener ningún lazo previo al lugar, las tradiciones, y la conformación social de Manhattan, es el determinante de la nueva propuesta arquitectónica, urbana, y en consecuencia, social.


Mientras en Costa Rica la diversidad cultural es enfrentada a la legitimación de las políticas estatales, en Manhattan es enfrentada a su propia propuesta, nacida desde la misma composición pluricultural.



¿Es Manhattan una construcción vernácula?

En Costa Rica, el desarrollo socio-político y (tristemente) arquitectónico ocurre de forma ingenua e inercial. Fue una conformación pasiva y desde una posición de espectador para las mayoritarias clases trabajadoras. Mientras tanto en Manhattan, esta constitución fue participativa, palpable y transformable incluso por individuos ajenos a lo que fuera que existiese antes (sea esto para bien o para mal), sin pertenecer nunca antes a un modo de vida y costumbres locales, y tampoco necesariamente al estado.


La construcción vernácula se entiende aquí como aquella que ocurre desde una comprensión profunda del contexto inmediato. Sin embargo, en esta parte de New York, el entendimiento es más acerca del nuevo mundo, desde una situación cultural que responde a una escala más universal-occidental. Manhattan termina siendo la construcción de ciertas necesidades que son el reflejo de la pluricultura que trae la colonia al nuevo mundo. Si bien cada cultura europea que llegaba intentó dejar su huella cultural, al yuxtaponerse a los demás intentos fortaleció un híbrido representativo de la nueva cultura occidental, la del telégrafo, el teléfono, la máquina, y otras innovaciones tecnológicas de la época.


Quizás el rumbo urbano que toma Manhattan es más inconsciente e impulsivo, al igual que las arquitecturas vernáculas del mundo antiguo, operando desde sus condiciones económicas y culturales tan particulares, y proyectando en sí un discurso muy apropiado de la época, aún sin grandes investigaciones arquitectónicas formales.


Por otro lado, la élite de la colonia costarricense toma la conformación del estado a partir de una serie de implantaciones cívicas, que tienen que ver con tradiciones, imágenes y costumbres que no necesariamente nacieron de la espontaneidad de la vida social costarricense hasta ese momento. Esta vida  social autóctona era demasiado amplia y heterogénea como para que encajara fácilmente dentro de un nuevo estado único, el cual era urgente implantar justo después de la independencia. “A las tareas institucionales propias de la construcción del Estado (…) le sigue el intento de inventar la nación”. (Jiménez, Alexander. “El imposible país de los filósofos”)


Así como Coney Island es la incubadora de la explosión de Manhattan, el Valle Central es el principal dictador de la conformación estatal de Costa Rica. Ésta nación se gesta en la duda de su factibilidad como nación. La conformación de las instituciones del nuevo estado, entre ellas escuelas, funcionan como canalizadoras de un modelo nacional autoritario. Estas buscan, mediante su accionar en la sociedad, reflejar e implantar este nuevo modo de vida parcializado.


Las primeras aceptaciones del nuevo modelo son recibidas y reconocidas por las clases trabajadoras del valle central, y este perfil del costarricense empieza a ser definido y aceptado como algo acertado, que a la vez invoca a ese pasado colonial, románticamente optimista.


Aquí radica el éxito del nacionalismo étnico metafísico que propone Alexander Jiménez, donde diversos elementos lograron construir un discurso muy fuerte, mediante la conexión de circunstancias ideales dadas. Aceptado desde su núcleo gestor hacia las afueras, el estado va amoldando los territorios periféricos a su realidad, que termina por convertirse inevitablemente, en “mi realidad, mi pasado, mis costumbres y mi responsabilidad”, sin importar trasfondos étnicos y culturales pre-estatales.


La comunicación significa algo esencial para la conformación de una entidad social a gran escala. En ésta época, y “bajo el patrocinio del estado, se desarrolla una cultura y una intelectualidad oficial costarricenses” (Jiménez, Alexander. “El imposible país de los filósofos”). Se ve como algo sano y un modelo no sólo a seguir, sino también a proteger, lo cual relega y denuncia, aunque de forma muy sutil, todo lo que cae fuera de este.


La arquitectura no escapa a toda esta realidad costarricense, en donde es fácil suponer, se gestan ideales, que así como los políticos, son del exterior y ajenos a toda realidad puramente autóctona. Las necesidades, costumbres, y toda la gama de la realidad de las clases trabajadoras, son aplacadas por modelos alienígenas que se fundan en esta concepción aceptada de modo de vida.


Si bien hay una aceptación del sistema generalizante, éste no es infalible a la hora de actuar bajo un marco democrático, el cual es en teoría inclusivo y abierto a la participación social. Esta reducción del costarricense a ciertos patrones restrictivos, sobre todo hacia finales del siglo 20, se empieza a sentir con mayor fuerza en las protestas de ciertos grupos más débiles.


Empieza a ser obvio que hay una separación entre la realidad de estado y la otra realidad, que al principio existe como “otra”, y después se hace sentir. Las diferencias que no se pueden ocultar por más tiempo, producen incoherencia al enfrentarse a ciertos actos de la nación, que si bien no es ficticia, sí es muy fragmentada.

1: Lo que ciertos sectores tienden a ser, deja de estar dentro del proyecto de país, y…


2: el accionar del “país” deja de tener sentido para la mayoría de los “otros” sectores, por lo que se convierten ambas en piezas incompatibles del gran rompecabezas pretendido inicialmente.

Observando el panorama general: las minorías se convierten en una mayoría heterogénea y de menor poder, que colisiona con la minoría impuesta. Es más que obvio que ninguna minoría puede imponerse de forma tal al resto. Sobre todo si “el resto” es tan heterogéneo. Más bien, como lo plantea Jiménez, debe generarse un modelo inclusivo de coexistencia entre los grupos convivientes de culturas y tradiciones desiguales.


Esto es más o menos, pero a la inversa, lo que sucede en la conformación cultural y urbana de Manhattan. La diversa gama de propuestas se ve fomentada y potenciada mediante las posibilidades económicas y políticas que rodean su situación. Aún más con el caso de Coney Island, se parte desde el “pretexto” de generar actividades de ocio y distracción, para (aunque sea inconscientemente) abrir mucho más el espectro de posibilidades, y llevar la propuesta de actividad en la zona incluso hasta lo absurdo.


La arquitectura no es espacio, es actividad. El espacio construido es un facilitador de esta actividad, es un medio del cual se vale la arquitectura para operar en la sociedad. De esta forma la propuesta de Coney Island empieza a revertir, si acaso los habían, prejuicios en cuanto a la “debida” composición de la nueva ciudad, y la forma en que ha de ser configurada.


Este es un ejemplo de cómo, aunque sea de forma fortuita, se puede conformar a nivel urbano-espacial, una ciudad que es de todos al mismo tiempo, que respeta la diversidad, y aún mejor, la lleva hacia un intento genuino de construcción de su propia identidad, basada siempre en la heterogeneidad. Sucede como una especie de anarquía en donde las acciones de los individuos, de alguna forma, apuntan al refinamiento de un modelo autóctono, al no haberlo previamente de forma clara.


Mientras tanto el descontento en Costa Rica tiende a ser generalizado y lo que era un intento de unificar a corto plazo, se convierte en una sociedad sin rumbo claro a largo plazo, con tendencias dispares, en donde cada sector intenta forzar las circunstancias hacia intereses individuales y se pierde así la constitución de un proyecto sensible a la diversidad cultural, democrática, y transparente.


Sin embargo en New York no todo fue acertado. Obviamente dentro de su vasta experimentación hay ejemplos que simplemente dejan de lado propiedades autóctonas previas a la intervención industrializada. Tiene la ventaja de que se toma en cierta forma como un lienzo en blanco que hace al mundo de acuerdo a sí, y no al revés. Las reconstrucciones y experimentaciones se valen de un consumo de recursos que existían debido al auge económico, pero no responden a modelos sociales más apegados a lo que deberían ser los derechos humanos.


El estado implantado en Costa Rica es artificial y abstracto, lo cual convierte a los súbditos (relativos a modelos colonizadores) en ciudadanos. No hay diferencia entre ambas condiciones, sólo en la definición de sus roles políticos y sociales. En New York, la definición de su identidad nace del aire, al igual que en Costa Rica. Aunque con trasfondos muy distintos, si algo tienen en común es la invención de nuevos modelos a seguir.


En Manhattan se inventan y proponen modelos de ciudad tanto imaginativos como absurdos, salidos de las aparentes necesidades, y transformados muchas veces en ficción. Sean acertadas o no, muchas de estas propuestas son carentes de investigaciones sociales profundas. Así como en la conformación del estado costarricense está por encima un modelo político, en la conformación de Manhattan hay una construcción desde el imaginario inmigrante, soñador e inquieto, ávido de romper con los esquemas de ciudades europeas antiguas.

Costa Rica: política = estado ≠ nación = cultural
Manhattan: multicultura = economía ≠ identidad = autóctona

Las políticas estatales intentan reforzarse culturalmente. Esto es una justificación para la imposición del estado y sienta las bases para la construcción artificial de la nación. De esta misma manera, la conformación urbana toma dicho rumbo, pasando por discursos previamente desgastados y que poco o nada tienen que ver con la realidad que vive una nación, en este caso Costa Rica. La adopción de modelos externos en la arquitectura desemboca en una confusión aún más profunda. Si ya el modo de vida es impuesto, la arquitectura que define de cierta manera la convivencia social es el remate perfecto para este encasillamiento dentro de un patrón.


La historia en sí no escapa a dicha parcialización, ya que los datos, documentos y archivos se generan en función de dicha configuración social, lo que dificulta un conocimiento real de las situaciones de la contraparte, aquella realidad que se mantiene al margen del nacionalismo étnico metafísico.


En New York la historia es probablemente contada desde la perspectiva del cosmopolitismo, dejando atrás factores sociales que son prescindidos. La artificialidad de los sistemas no los hacen inmunes a los diferentes elementos que componen una sociedad saludable. Tarde o temprano los roces (que siempre los hay) empiezan a hacerse cada vez más evidentes, pudiendo estos llegar a un punto de quiebre, lo que se conoce como crisis. (sea económica, cuestionamientos políticos, marchas y protestas sociales de sectores marginados, etc.)


Las complejidades de una sociedad heterogénea

“Los complejos escenarios y demandas de sociedades pluralistas y abiertas crean muchas incertidumbres.” (Jiménez, Alexander. “El imposible país de los filósofos”) Aunque hay que tener muy claras las condiciones de igualdad que han de imperar entre los seres humanos sin distinción alguna, también es crucial saber manejar la infinita gama de condiciones sociales y de entramados culturales existentes. Diferencias étnicas, tradiciones, diferencias de edad, género, ocupaciones, empresas, políticas, medios de comunicación, religiones, incluso sectores antisociales como pandillas, todos tiran en dirección propia a la vez que impiden la construcción de lazos heterogéneos productivos sostenibles.


Es fácil hablar de Manhattan como se hizo arriba, como una ciudad abierta e integradora de las propuestas de diferentes sectores, sin embargo, tal y como lo menciona Alexander Jiménez, la trama, al ser trama, necesariamente elije lo que ha de ser contado y lo que no. Deja por fuera elementos que son omitidos, olvidados, recuerdos que pasan a un enésimo plano al fondo de los hechos.


El lenguaje deja en sus límites partes de lo acontecido. Se parcializa por el narrador, y más aún por las interpretaciones del lector. El lenguaje es inerte mientras no sea leído y re-interpretado. Es en la interpretación en donde los hechos cobran vida y toman sentido, aunque este sentido sea posible sólo en la evolución constante de las nuevas historias que cuentan los textos a través de cada lector único.


Estos cruces entre ficción e historia devienen en los relatos íntimos de las comunidades. Son portadores de la imaginación común, constructora de la realidad de un cuerpo social determinado. Estos relatos tienen la capacidad de unificar y crear confianza entre desconocidos, pero pertenecientes a una misma identidad. El imaginario da vida al mundo social que es capaz de cohesionar una convivencia comunitaria acertada.


En el caso de Manhattan, si bien hay un grado bastante importante de inclusión social, no deja tampoco de haber una tendencia parcial de ciudad. El sistema político-económico bajo el cual vive esta “libertad” urbana de proponer y de posibilidades aparentemente infinitas, guarda un impedimento.


En “El imposible país de los filósofos”, Jiménez habla del sesgo social que puede vivir una comunidad, al prevalecer un sistema sobre la inmensa complejidad urbana. Al ser contada la historia de Manhattan desde una perspectiva de las oportunidades neoliberales que ofrece “el nuevo mundo” a sus nuevos habitantes, es fácil dejar por fuera las muchas circunstancias que dejan de ser contadas por esta trama.


Los derechos humanos son vistos (en gran parte debido al modelo capitalista) como prohibición de lo negativo, mas no como incentivos y estructuras de desarrollo holísticas. Es fácil ver la compatibilidad que tiene la democracia con sistemas económicos que violan las libertades individuales, y los derechos universales a salir de la pobreza, la ignorancia y la violencia. Ésta es la historia que el desarrollo de Manhattan puede ocultar.


En su texto “Delirio de Nueva York”, Rem Koolhaas hace alusión a las posibilidades que abre Manhattan a los inmigrantes. Durante la construcción múltiple del Hotel Waldorf, y su nacimiento en un barrio de inmigrantes que se convierten en poderosos ($) estadounidenses, él da cuenta del nuevo modelo que empieza a imperar, incluso hasta hoy en día. Éste modelo se vale de historias maravillosas y casos reales casi salidos de cuentos de hadas para "vender" un modelo de desarrollo y oportunidad.


Sin embargo la sociedad es increíblemente compleja. Como se menciona arriba, puede ser que Manhattan sea poseedor de una arquitectura vernácula, eso sí, relativa al cosmopolitismo y el liberalismo económico, por su aparente inclusividad y participación social. Pero no deja de ser relativa a este grupo perteneciente al modelo que impera. Casi todo sistema político en la historia se ha valido de las debilidades de otros, de la incapacidad de integrar a las mayorías a sus esquemas funcionales. Y esto es porque las comunidades culturales están vivas, no son encasillables en estructuras artificiales hechas para gobernar con facilidad. En la historia, las arquitecturas más arraigadas culturalmente han sido influenciadas vastamente por estructuras de funcionamiento social.


Aquí es donde ambos casos revisados hasta ahora se encuentran. La tradición cultural, al no ser verdaderamente propia, no evoluciona fluida. Puede tener destellos de grandeza, y mediante los medios de comunicación llegar a ser estructuras deseadas y/o acertadas, pero cuando se enfrentan al cambio inevitable, lo hace a manera de choque, a manera conflictiva entre sectores y sus aspiraciones individualizadas.


Esta desarticulación obviamente incluye a la arquitectura y el urbanismo. Estos últimos son, y han sido siempre un reflejo claro del pensar y el actuar social. Tienen la característica de que son entes vivientes, al igual que la cultura, y al estar vivos respiran, evolucionan y tienen reacciones importantes al acontecer social. Estas reacciones pueden ocurrir sin embargo a escalas de tiempo más amplias que las pueden hacer parecer rígidas.


En el caso específico de Costa Rica, esto es particularmente cierto. Así como la identidad se ha forjado a la luz de una política estatal universalizante, la arquitectura ha querido responder y ajustarse a estas condiciones de desarrollo. Pero así como la aceptación generalizada del costarricense blanco, intelectual y europeizado, es incierta y tan solo una pequeña parte de la conformación cultural tica, la arquitectura que ha respondido a dicho modelo de “identidad” es tan débil que casi sólo representa esa institucionalidad.


Esta arquitectura que adoptó los patrones externos de la arquitectura moderna y victoriana es el reflejo de este intento de imposición del sistema social deseado en Costa Rica. Actualmente dichas estructuras arquitectónicas son, al igual que su modelo político gestor, puestas en duda. Son estructuras que a nivel urbano existen en contraposición a la realidad social.


Como lo menciona Jiménez, sostener creencias, aunque sean falsas, puede ayudar a sostener la solidaridad y cooperación en un grupo social definido en parte por éstas. Aún así, la realidad del nacionalismo étnico metafísico tiende hacia la simplificación de procesos muy complejos, por lo que además de crear una identidad falsa, es altamente irresponsable cuando pretende articular forzosamente los fenómenos sociales más intrínsecos de la realidad nacional.


En Costa Rica no existe una identidad arquitectónica. La mayoría de la cultura de la que somos poseedores nace artificialmente en escuelas y colegios. Los edificios de importancia, íconos del "sentir" cultural, son enseñados pero no sentidos. De no ser por los medios de comunicación (que dicho sea de paso son herramientas estatales de suma importancia), muchos de los hitos urbanos estarían ya del todo perdidos en el pasado “distante”, de tan solo cien años.

Aunque no debería ser la panacea, un sistema político que propicie una adecuada construcción de la arquitectura realmente costarricense, sería aquel que se enfoque en “la búsqueda de la igualdad y el reconocimiento de las diferencias”. Ésta debe ser una transformación a la hora de pensar y ejercer el poder (sea este político o arquitectónico) que sea altamente compleja, rica en valoraciones culturales, y que rompa con esa “pretensión cartesiana de pensar como no teniendo ojos, carne ni sangre”. (Jiménez, Alexander. “El imposible país de los filósofos”)





Bibliografía

Jiménez Matarrita, Alexander. “El imposible país de los filósofos”.

Koolhaas, Rem. “Delirio de Nueva York”.